dimarts, 7 de setembre del 2010

EL PRINCIPIO DE MENTALISMO

Si en tu mente está radicada la idea de que los accidentes nos acechan a cada paso; si crees que "los achaques de la vejez" son inevitables; si estás convencido de tu mala o buena suerte; lo que quiera que tú esperes normalmente, para bien o para mal, esa es la condición que verás manifestarse en tu vida y en todo lo que haces. Ese es el por qué de lo que te ocurre.

No se está jamás consciente de las ideas que llenan nuestra mente. Ellas se van formando de acuerdo con lo que nos enseñan, o lo que oímos decir. Como casi todo el mundo ignora las leyes que gobiernan la vida, leyes llamadas "de la Creación", casi todos pasamos nuestra vida fabricándonos condiciones contrarias, adversas; viendo tornarse malo aquello que prometía ser tan bueno; tanteando a ciegas, sin brújula, timón, ni compás; achacándole nuestros males a la vida misma y aprendiendo a fuerza de golpes y porrazos; o atribuyéndoselos a "la voluntad de Dios".

Con lo que has leído hasta aquí, te habrás dado cuenta que el ser humano no es lo que te han hecho creer, o sea, un corcho en medio de una tempestad, llevado de aquí para allá según las olas. ¡Nada de eso! Su vida, su mundo, sus circunstancias, todo lo que él es, todo lo que le ocurre son creaciones de él mismo y de nadie más. Si su opinión es, precisamente, que él es un corcho en medio de una tempestad, pues así será. Él lo ha creído y permitido.

Nacer con libre albedrío significa haber sido creado con el derecho individual de escoger. Escoger ¿qué? El pensar negativa o positivamente. Pesimista u optimista. Pensando lo feo y lo malo –que produce lo feo y lo malo- o pensando lo bueno y bello, que produce lo bueno y bello en lo exterior e interior.

La Metafísica siempre ha enseñado que lo que pensamos a menudo pasa al subconsciente y se establece allí, actuando como reflejo. La psicología moderna, al fin, lo ha "descubierto".

Cuando el ser humano se ve envuelto en los efectos de su ignorancia, o sea que se ha producido él mismo una calamidad, se vuelve hacia Dios y le suplica que lo libere del sufrimiento. El hombre ve que Dios le atiende a veces, y que otras veces, inexplicablemente, no lo atiende. En este último caso es cuando sus familiares lo consuelan diciéndole que "hay que resignarse ante la voluntad de Dios". Es decir, que todos dan por sentado que la voluntad del Creador es mala. Pero al mismo tiempo, la religión enseña que Dios es nuestro Padre. Un Padre que es Todo Amor, Bondad, Misericordia. Todo Sabiduría y Eterno. ¿Estás viendo cómo no concuerdan estas dos teorías? ¿Te parece que tiene sentido común que un padre que es todo amor, e infinitamente sabio, pueda sentir y expresar mala voluntad hacia sus hijos? ¡Nosotros, padres y madres mortales, no seríamos jamás capaces de atribular a ningún hijo con los crímenes que le atribuimos a Dios! ¡Nosotros no seríamos capaces de condenar a fuego eterno a una criatura nuestra, por una falta natural de su condición mortal, y consideramos que Dios sí es capaz! Es decir, sin darnos cuenta claramente, le estamos atribuyendo a Dios una naturaleza de magnate caprichoso, vengativo, lleno de mala voluntad, pendiente de nuestra menor infracción para atestarnos castigos fuera de toda proporción!

Es natural pensar así cuando nacimos y vivimos ignorando las reglas y las leyes básicas de la vida. Ya dijimos la razón de nuestras calamidades. LAS PRODUCIMOS CON EL PENSAMIENTO. En esto somos "imagen y semejanza" del Creador, pues somos creadores. Somos creadores, cada cual, de su propia manifestación.

Ahora, ¿por qué es que Dios parece atender a veces y otras no? Ya verás. La oración es el pensamiento más puro y más alto que se puede pensar. Es polarizar la mente en el grado más altamente positivo. Son vibraciones de luz que lanzamos cuando oramos, o sea, cuando pensamos en Dios. Esas vibraciones tienen que transformar instantáneamente, en perfecto y bello, todas las condiciones oscuras que nos rodean, como cuando se lleva una lámpara a una habitación que está en penumbras. Siempre que el que esté orando piense y crea que ese Dios a quien le pide es un Padre amoroso que desea dar todo lo bueno a su hijo. En ese caso, Dios siempre "atiende". Pero, como por lo general, la humanidad tiene la costumbre de pedir así: "Ay, Papá Dios, sácame de este apuro, que yo sé que vas a pensar que no me conviene porque tú quieres imponerme esta prueba" En otras palabras, ya negó toda posibilidad de recibirlo. Tiene más fe en ese Dios que nos enseñaron; caprichoso, vengativo, lleno de mala voluntad, que está esperando que cometamos la primera infracción para castigarnos con una crueldad satánica. Pues el que así pide no recibe sino de acuerdo con su propia imagen de Dios. Es tan sencillo como te lo digo. Ahora recuerda siempre que la voluntad de Dios para tí es el bien, la salud, la paz, la felicidad, el bienestar, todo lo bueno que Él ha creado. Recuerda siempre que Dios no es ni el juez, ni el policía, ni el verdugo, ni el tirano que te han hecho creer. La Verdad es que Él ha creado siete leyes. Siete Principios que funcionan en todo y siempre. No descansan un solo minuto. Se encargan de mantener el orden y la armonía en toda la Creación. No se necesitan policías en el espíritu. Aquel que no marcha con la ley se castiga él mismo. LO QUE PIENSAS SE MANIFIESTA, DE MANERA QUE APRENDE A PENSAR CORRECTAMENTE Y CON LA LEY PARA QUE SE MANIFIESTE TODO LO BUENO QUE DIOS QUIERE PARA TÍ.

San Pablo dijo que Dios está más cerca de nosotros que nuestros pies y nuestras manos, más aún que nuestra respiración; de manera que no hay que pedirle a gritos que nos oiga. Basta con pensar en Él para que ya comience a componerse lo que parece estar descompuesto. Él nos creó. Él nos conoce mejor de lo que nos podemos conocer. Él sabe por qué actuamos de esta o de aquella manera, y no espera que nos comportemos como santos cuando apenas estamos aprendiendo a caminar en esta vida espiritual.

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